Música como solución para aliviar el dolor de los refugiados
Miles de refugiados procedentes de Siria, Afganistán, Sudán y otros países en conflicto llegan cada día a Europa escapando literalmente de la muerte. Necesitan ayuda en los aspectos básicos para salvaguardar su propia supervivencia. Un sitio para dormir, comida para alimentarse, abrigo para no morir de frío.
Por ello, plantear que la música pueda ser una necesidad que alivie a los refugiados puede resultar algo frívolo. ¿O no tanto?
Como dicen en Musicians Without Borders (Músicos Sin Fronteras), cuando la guerra lo ha arrasado todo, la gente necesita todo para volver a la vida: comida, agua, refugio, ropa, medicinas. Pero, más que cualquier otra cosa, lo que la gente necesita es esperanza. Para que se produzca reconciliación es necesaria la empatía. Y para su recuperación, las personas necesitan sentirse conectadas con otras personas dentro de una comunidad.
- La música crea empatía, conecta a las personas y aporta esperanza.
- La música está por encima de las divisiones étnicas y proporciona un espacio neutral donde compartir talento y pasiones.
- La creación de música dentro de una comunidad es una herramienta accesible y directa para poner en contacto y movilizar a las personas.
- Desde los círculos de percusión a los coros o a las bandas de rock, cualquier persona puede practicar música desde su propio nivel, ya sea en pequeños grupos o en agrupaciones de cientos de personas.
Philip Feinstein.
“Es importante tener en cuenta que los refugiados no pueden salir de los centros para buscar entretenimiento, educación o cualquier otra cosa. Están confinados detrás de una valla hasta que pasan el proceso para llegar a ser ciudadanos. Algo que puede llevar mucho tiempo. Y, para algunos, puede no llegar nunca”
Este australiano, músico y consciente de que la música es una poderosa herramienta para el alivio del estrés y la angustia, puso en marcha en 2009 la organización Music For Refugees, que comenzó a asistir a niños y adultos en el Villawood Detention Centre de Sydney y que, gracias al apoyo social, ahora se ha extendido por otros centros de Australia.
Pero si echamos la vista atrás, la historia está llena de ejemplos en los que la música ha sido una inestimable compañera de viaje en el exilio y las vidas de los refugiados de todo el mundo.
Tras el holocausto, y en los años inmediatamente posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, los supervivientes de los campos de concentración pasaron a campos de refugiados donde, tanto las fuerzas de ocupación internacionales como distintas organizaciones de ayuda, se aseguraron de que hubiera gramófonos e instrumentos musicales. La música en los centros incluía danzas polacas, canciones partisanas, canciones en ruso, idish y hebreo, arias de ópera y música para bailar.
En África, un continente donde el amor por la música es directamente proporcional a la cantidad de conflictos bélicos que han sufrido sus habitantes, existen historias de esperanza como las de los protagonistas del documental The Refugee All Stars: seis músicos de Sierra Leona que, tras haber sobrevivido a la guerra civil de su país, formaron una banda mientras vivían como refugiados en el campo de Sembakounya, en Guinea.
Pero por desgracia, son muchos los que no estarán allí para verlo porque decidieron huir a Europa para escapar de la guerra. Estos días, la mayoría de sirios espera su “visa por un sueño” en improvisados campos de refugiados en Hungría y en el puerto de Calais, la ciudad francesa más cercana a Inglaterra.
Actualmente, Music Against Borders está recogiendo donaciones de instrumentos musicales para los refugiados de Calais “como primer paso en el reconocimiento de la importancia de la creatividad y la cultura para empoderar a la gente privada de derechos por la guerra, el cambio climático y un salvaje sistema migratorio. Ayudar a los residentes de esta “jungla” (el campamento es conocido como el “Jungle Camp”) con música es algo magnífico, pero no debería terminar en Calais”, cuentan en su página de Facebook.
Desde la organización, que está en vías de formar una red de músicos por la solidaridad con los migrantes (Migrant Solidarity Musicians Network), animan a que otras ciudades pongan en marcha puntos de recogida locales.
Pero en nuestro país también ha surgido algunas iniciativas musicales relacionadas con los refugiados en las últimas semanas.
Los próximos días 29 y 30 de septiembre, se celebrará el Festival pro refugiados Mi música tu refugio en la Sala El Sol, con músicos como Marlango, Havalina, Joe Crepúsculo o Pancho Varona.
Las entradas oscilan entre los 10 y los 12 euros, pero también hay disponible un número de cuenta donde se aceptan donativos. Todo el dinero recaudado irá destinado a diversas ONG especializadas en asilo que colaboran con la causa, como ACNUR, ACCEM, CEAR y Cruz Roja.
“Nos unimos porque las personas refugiadas necesitan y tienen el derecho a encontrar asilo en un país seguro dónde sus vidas no corran peligro. Pedimos que las personas refugiadas sean tratadas ni más ni menos que como lo que son: personas”, ha dicho la organización del evento en un comunicado.
También se ha promovido otro concierto solidario, esta vez especializado en blues, en apoyo a los refugiados. La iniciativa parte del músico Óscar Linares, a quien se han unido cientos de sus colegas de profesión y distintas organizaciones de apoyo a los refugiados, como CEAR. La organización del concierto se está realizando vía Facebook a través del grupo Blues for Refugees Concert y ya se baraja la fecha del 13 de noviembre para el evento.
Este post forma parte del Concurso de Post Solidarios de la Fundación Mutua Madrileña
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